Oímos con demasiada frecuencia sobre los casos de acoso escolar. Sabemos que nuestros niños y jóvenes asperger son objetivo predilecto para los pequeños maltratadores que no han sido enseñados a respetar y a apreciar a los que son diferentes. Les defendemos, luchamos por ellos, y pedimos justicia e inclusión.
No se oye tanto hablar del acoso laboral y el riesgo psicosocial en que se encuentran las personas asperger cuando acceden al mundo laboral. Al hecho en sí de encontrar trabajo, que ya lo tienen difícil, se une la primera duda:
¿Hablo o no de mi trastorno?
Si no lo hago, seré catalogado de raro en cuanto mis habilidades sociales aprendidas (si es que el sujeto ha tenido la suerte de hacerlo) patinen un poco. Me obligaré a mantener durante horas interminables un control sobre mi expresión corporal y verbal, que puede llevarme al agotamiento y a pensar que ‘no soy bueno para nada’.
Si lo hago, me voy a encontrar con que en las evaluaciones de riesgos laborales no se contempla el síndrome y sus connotaciones, con que la mayoría de empleados y empleadores no han oído hablar de él. Oirás la frasecita ‘pero si pareces normal’, en boca de los incrédulos; y a la primera discrepancia te pondrán la etiqueta de ‘este está chalado’, sin pararse a pensar en cuál es tu diferente capacidad ni en conocerte.
Hay más, no se crean. La condición de asperger va con frecuencia unida a una inteligencia brillante y a una capacidad de especialización muy por encima de lo habitual; así que, si tienes la suerte de trabajar en aquello que es el objeto de tus intereses, despertarás, sin saber qué es eso, ni haberlo experimentado nunca, envidias en los trepas, celosos, y acosadores.
Con estos mimbres nuestro personaje teje su cesto de agresión. ¿Quién es él? El acosador, ese psicópata que se alimenta del daño que produce a sus semejantes. Que encadena en su vida una sucesión de tragedias personales provocadas para su placer personal. Porque su objetivo no es que pierdas tu trabajo, sino que lo pierdas sufriendo y que nunca más puedas volver a ser un individuo completo. Si eres asperger te conviertes en víctima propicia: crees que lo que te dicen es verdad, eres incapaz de entender qué te está pasando ni por qué. No sabes responder a sus señales de odio, a sus dobles sentidos, a sus intrigas para desacreditarte. Y cuando te das cuenta es ya demasiado tarde. Ya eres un zombie, tan dañado, tan sin alma que te limitas a huir o a vagar como un espectro.
Entonces llega el momento de quererte, de saberte valioso y necesario, de pensar que la vida no sería igual si tú y las personas como tú no estuvierais en ella. Y es entonces; sabiendo quien eres, entendiendo que tú no eres el culpable sino la víctima, cuando debes alzar la voz, denunciar a tu maltratador y luchar para que sea desenmascarado. Hablar para que tu testimonio avale el de tantos otros que no saben ni pueden hacerlo.
Tú eres un ser especial, un ser que no sabe de mentiras, de disimulos. Y sobre todo NO SABES DE MIEDO. Sé libre, sé valeroso, defiende la justicia y vive con honestidad: SE ASPERGER.